Y ahí está mi Señora, mi Niña sencilla y Santa cuyo corazón conmueven los suspiros y las lágrimas; ahí está, en el cielo del aire, sobre la oración de sus hijos de Linares que le rezan y la aclaman bajo un palio que custodian varales firmes de plata.
Y con velas de oraciones sobre mares de gargantas que para decir su nombre no necesitan de palabras, fue sembrando devociones y recogiendo esperanzas.
Porque mi Niña es un piropo a la belleza, a la dulzura, al encanto y al candor.
¿ Será posible tanta maravilla?
¿ Será posible la expresión de tu cara?
¿ Será posible mantenerse sereno frente a Ti?
¿ Será posible...?
Será entonces el momento de mirarte. Será el momento de contemplar esos ojos que embrujan, que se agrandan en la calle, que miran con maternal comprensión, y con la emoción contenida de siempre, como gustamos vivir esos momentos, mezclados con la apretura del gentío que acude solícito a consolarte, llevando tan sólo el compás de una partitura que tantos labios musitan en una oración.
Habrá merecido la pena ir a tu encuentro o haber simplemente esperado el instante en el que la luz de tu candelería ilumine tu rostro incomparable.
¡¡ Entonces tos ojos parecen tener vida !!
Quedará entonces atónita el alma ante la contemplación de mi Virgen, mi Señora, mi Guapa, mi Niña, la del trono de plata, la de olor a azahar de primavera, la mejor llevada por sus hijos costaleros.
Pero yo...yo quisiera ser dueño del tiempo y pararlo ante Ti.
¿ No puedes recrearte, capataz, para llevártela un poquito más tarde?
¿No puedes retrasar la manillas del maldito reloj del tiempo?
¿No puedes dar otro toque de martillo y acortar el paso de tu gente?
Mece luego el trono interminablemente, capataz.
Mece a nuestra Niña hasta que su Mayor Dolor se transforme en un dulce sueño de recogida.
Deja que se consuma lentamente la cera de sus velas en imposibles lágrimas.
Deja que sus hijos nazarenos la acompañen rezando como ellos sólo saben hacerlo, acariciando esos instrumentos que están tocados con su Gracia Divina.
Deja que los sones de Aída, himno de nuestra Hermandad, y los sones de Nuestro Padre Jesús, himno cofrade de la provincia de Jaén sirvan de alivio gozoso a nuestra Madre y a sus hijos costaleros.
Madre mía del Mayor Dolor,un día pedí refugio en tus brazos para poder estar lo más cerca posible de Ti, y quedarme una vida entera contigo si Tu me lo pides. Y ahí estuviste Tú, ayudándome con mi báculo de luto, secando mis lágrimas con tu pañuelo de encaje, consolándome con tus increíbles ojos de Madre. Ahí estabas Tú, abrazándome bajo tu manto y dándome ese amor como bálsamo de dulzura.
No hay mayor regocijo que el regazo de una Madre que por amor carga con el dolor de sus hijos, y eso hiciste Tú conmigo, Madre Mía del Mayor Dolor."
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